La verdad es que nos estamos mal acostumbrando a entrar a todos los saraos musicales por la zona VIP. ¡Ya ni me acuerdo de cómo era eso de ir a un festival de público! El caso es que si no es como prensa es por ser de organización, crew de Arizona Baby o miembro de The Royal Suite, pero siempre vamos a plato puesto, y doy gracias por ello a quién corresponda. En esta tesitura La Niña Fatal, Noelia y yo nos plantamos en la final del CYL Music Festival, una iniciativa de la Junta para potenciar nuevos valores musicales de la región que, en esta última fase del concurso, tenía lugar en El Hangar, una antigua nave de RENFE recuperada desde hace apenas unos meses como espacio público para la producción musical, con locales de ensayo, estudio de grabación y una fantástica sala de conciertos que a pesar de su corta trayectoria ya tiene una impresionante programación. Una forma magnífica de dedicar el presupuesto para música del Ayuntamiento de Burgos. Desde luego bastante mejor que organizar un evento puntual pagando cantidades desproporcionadas, considerando el caché habitual de los artistas participantes, a una promotora privada que va a comisión. Pero esto es lo que ocurre cuando tu ayuntamiento se lleva mal con su gobierno autonómico, pese a ser ambos del mismo PPartido: Que la buenas ideas se van a otros sitios.
Encontrarnos en el camerino de Arizona Baby (que cerraban la velada como grupo invitado) a David Llosa como finalista del certamen y recordar al calor de un bourbon nuestras salidas nocturnas (I y II) por Malasaña fue una agradable sorpresa. Verle arrancar su actuación con el tema compuesto a medias con Jose Carreño desde la planta superior de la sala con su banda de Tirso al completo mientras nos poníamos unas cañas fue todo un placer. Que finalmente fueran ellos los ganadores fue una locura casi esperada: No en vano forman parte de la mejor escena salida de Valladolid que hemos tenido en este país (con el permiso de Jorge Bumper y su generación emigrada a Madrid en los ochenta). Oirle dedicar el premio a Bea y decir que se lo iban a gastar todo en "pura borrachera" ya fue de traca, a pesar de que el premio no era dinero en metálico, sino la grabación y promoción de un disco. Pero el remate fue encontrarme entre el público a fans de The Royal Suite vistiendo las camisetas que lanzamos al público en el Sonorama de este año. Nunca me había sentido tan orgulloso de formar parte de una banda. Y de postre un potentísimo concierto de Arizona Baby de más de una hora, que es a lo que veníamos. Qué os voy a contar sobre ellos que no sepais ya.
¿Se puede pedir más?
22/11/09
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una velada memorable |
16/11/09
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cultura taurina |
Las palabras ‘muerte’ y ‘morbo’ tienen el mismo origen. La agonía es atractiva, no podemos evitar prestar una atención fascinada al horror y al sufrimiento. Mecanismo psicológico o consecuencia cultural, la sangre nos pone desde siempre. Antes de que apareciera la moral judeocristiana (paradójicamente los judíos se han matado entre sí desde el comienzo de su historia, y de los cristianos mejor no hablamos), el Imperio Romano era muy consciente de esta realidad y no se andaba con chiquitas: Juntaban a unos cachorras untados en aceite a mutilarse entre ellos o, mejor aún, echaban de comer a los leones a un puñado de monoteístas famélicos y desarmados. Y eso era el equivalente de la tele en horario infantil.
Afortunadamente hemos cambiado un poco y ahora disponemos de la tecnología suficiente para dar salida al monstruo interior sin hacer daño a nadie: Cine, videojuegos, hentai, black metal… Nos ayudan a superar nuestras contradicciones morales y permiten socializarnos correctamente pese a nuestra más íntima naturaleza depredadora. Así que, a estas alturas de la película, ¿Qué pinta un espectáculo como las corridas de toros?
Nuestra España católica, apostólica y romana ya no está moralmente dotada para ajusticiar públicamente a seres humanos, como en los tiempos de la Inquisición, desde 1894 (al contrario que en algunos países islámicos). Hasta hace bien poco el Estado aún ejecutaba, sí, pero ya en privado, a escondidas, sin herir la sensibilidad del respetable. Sin embargo ese público escandalizado con la muerte tiene bajas pasiones que satisfacer… Y matar bichos no es pecado. Un bicho bien gordo, que dé miedo, que berree con fuerza cuando le duela, un fetiche vudú sobre el que cargar nuestro odio e inseguridades como especie y como civilización para demostrarnos que podemos destruir aquello a lo que tememos y a lo que rendimos culto (porque no hay mayor devoción que la que siente el torero por el concepto abstracto del toro). Es el tipo de mito pagano que debería haber desaparecido con el cristianismo y que, paradójicamente, se mantiene precisamente en países de gran tradición católica.
Soy consciente de que no podemos negar lo que somos. Pero de la misma manera que, tras siglos de evolución cultural, follamos (o lo que quiera que hagamos con nuestros impulsos sexuales) en privado y con el consentimiento del otro, la explotación de la violencia también debería contar con ese contrato de intimidad y reciprocidad. Seguir aferrándonos a ritos violentos comunales nos acerca a otras formas de violencia colectiva como los linchamientos, los pogroms y, en última instancia, la guerra. Qué si es así, que se asuma, pero entonces que las autoridades que permiten la lidia no persigan a las putas en el Raval. Y si es eso lo que queremos hay otras formas de descargar violencia colectiva de forma justa, consensuada y sin una muerte agónica de por medio.
Lo que pasa en la plaza es una obscenidad ofensiva de mal gusto, y últimamente una farsa (toros sedados, pitones rebajados…). Pero esto os lo dice uno que disfruta en los encierros, porque recordemos que el toro en sí no es más que una res, un animal que nos comemos legítimamente y que a tal fin debería ser sacrificado limpiamente en un matadero… O no haber sido concebido. Los argumentos de los colectivos antitaurinos suelen pecar de inocentes, aludiendo a los derechos del animal, cuando lo verdaderamente indecente de este negocio es la cantidad de dinero se lleva de los ayuntamientos todos los años, un dinero que sale del bolsillo de los ciudadanos para financiar buena parte de una función gore cada vez más minoritaria e insostenible, abocada afortunadamente a la desaparición, junto con los abrigos de piel, cuando hayamos enterrado a la generación que la sustenta económicamente. Eso sí, dejándonos para la posteridad un legado cultural innegable (por mucho que algunos se empeñen en obviarlo). ¿Cúal?
Embroque. Quiebro. Quite. Traílla. Albero. Trapía. Virola. Por no hablar del pasodoble (y olé).
12/11/09
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benzodiazepina surfer |
Lleva lloviendo unos cuantos días. No he podido salir a correr, y ya se me está pasando el chute de endorfinas que espoleaba mi voluntad para castigarme. De todas formas no sé si tengo ánimos. No ha sido un día particularmente duro en el trabajo (ninguno por separado lo es), pero no me quedan fuerzas para hacer nada productivo. Aún así llego a casa y me siento a escribir algo sobre los Arizona y a mandar un par de mails. Está bastante claro que no voy a ir a clase, pero me niego a que esta sea una tarde miserable echada a perder. Llamo a mi padre para que me eche una mano a deshacerme de una caja con cosas y luego voy a hacer algunas compras. Hace un frío horrible en mi habitación, no dejo de temblar. Llamo para pedir cita al médico y que me den los resultados de los análisis. Estoy tenso y aterido, pero tampoco hace tanto frío. Bajo al portal a esperar a mi padre. ¿Una titritona hace que te suba la tensión? La contracción muscular se concentra en el estómago. Tengo ganas de vomitar. No creo que vaya a tener una crisis, estoy tomando la medicación puntualmente. Pero ya empieza. ¿Llevo encima alguna pastilla? Sólo por si acaso. Miro en el bolso: Sólo me queda media. Mierda. Noto el corazón acelerado golpeándome el pecho, pero no me molesta. Un pinchazo en el costado, eso sí. Mi padre no tardará mucho, no quiero que me vea así. Me siento en el suelo y me meto la media pastilla debajo de la lengua. No tengo saliva, se queda ahí, sin deshacerse. Seguro que ya estoy blanco.
El coche se para junto al portal. Balbuceante le digo a mi padre que no se preocupe, pero que estoy teniendo una crisis. Quiero ser capaz de llevar la caja hasta el maletero, pero él no me deja. Mejor no me lleves donde te he dicho, vamos a dejar esto. Sigo helado hasta los huesos. No, mejor llévame a casa de La Niña Fatal. Apenas puedo hablar. Se lo hago saber e insisto en que no se preocupe, que cuando estoy así no estoy muy comunicativo. Pienso que lo pasa es que si hablo me ahogo. No soporto ver el tráfico a través de las lunas mojadas, me pone enfermo. Cierra los ojos. Piensa en un lugar tranquilo. Una playa. Hace calor, el sol pica sobre la piel. ¿Porqué me viene a la cabeza una canción de Siniestro Total? Mejor ponle una banda sonora más relajada. Me acuerdo de una que hace un rato he comentado en Facebook
Mi padre intenta darme conversación mientras conduce. ¿Tienes mucho estrés en el trabajo? No, no es eso, tu tranquilo. Yo estoy tranquilo, procura relajarte, ¿Sabes qué te provoca esto? Es que no puedo hablar, perdona. Pienso en las esquiadoras acuáticas de la canción. ¿Dónde estamos? No quiero ni saberlo, ya queda poco para llegar a casa. Pero… ¿Qué casa? ¿Cuál de ellas? ¿Dónde está mi casa realmente? Esto no remite, quizá debería decirle que me lleve a urgencias. No, otra vez no, me niego. Ahora mismo me conformaría con tirarme en el fondo de una cueva oscura. Quiero salir del coche. No quiero morirme dentro del coche con mi padre conduciendo a mi lado, no quiero hacerle pasar ese mal trago. No me importa morirme en plena calle ante unos desconocidos si es a cielo descubierto, pero no delante de los que me quieren. Prefiero que reciban una llamada sobre un hecho consumado a que tengan que presenciarlo, impotentes y desesperados. ¿Cuánto tiempo llevo aquí dentro? She’s my fade… Esto ya dura demasiado, quizá deba soltarlo y acabar de una vez. No, así no, aquí no. Abro los ojos unos segundos, un gilipollas se nos ha cruzado en medio del carril. Pienso que es un gilipollas, así que voy mejorando. Los viejos cruzan los pasos de cebra corriendo, empapados, con sus semáforos en rojo. Estúpidos. Llegamos al portal, estoy tiritando, no sé si podré levantarme. ¿Estás mejor? Si, tranquilo, ahora sólo puedo pensar en meterme en la cama. Tengo abonos para la Seminci, llámame cuando estés mejor y te cuento. Sonrío sin saber muy bien de que me está hablando y le doy las gracias por traerme. Saco las llaves, me tiemblan las manos como a un alcohólico. Pero subo las escaleras sin esfuerzo. Abro la puerta. Corro a la cocina a por otra pastilla. La Niña Fatal está al teléfono ¿Qué tal? Acabo de tener una crisis. ¿Estás bien? Si, no te preocupes, voy a cambiarme.
Ahora siento que podría calzarme las zapatillas y correr toda la noche bajo la lluvia, pero sé que es mentira. Sentado en la cama de La Niña Fatal, en pijama, me siento viejo, mojado y completamente estúpido.
6/11/09
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surf music spanish style |
Lo de Los Coronas en directo ayer en la sala Mambo de Valladolid no fue un concierto. Fue una masterclass de quitarse el sombrero.