sangre
No valdría para la medicina. La sangre me da asco. Apesta. La misma idea me produce nauseas. Escribo esto y me pongo malo. Pero la sangre es vida, que decía el bueno de Vlado, y hay demanda. Y como superar
aprensiones se ha convertido en un reto personal, me he hecho donante. Para
probarme que puedo hacerlo.
Me lo ponen muy fácil: un autobús del Centro de Hemoterapia y Hemodonación a la puerta de la facultad, un ejercicio de superación tan
pasivo que puede hacerse tumbado en una camilla y una madalena de postre. Relleno el formulario declarando que no tengo
enfermedades infecciosas y que no he vivido en Gran Bretaña en los noventa. La pérfida Albión, pienso. Me cruzo con una vampiresa persa con la que fuí un pagafantas hace años, aunque apenas me parecen meses. Me dice que no la han dejado donar por no llegar
al peso mínimo. Recuerdo que en su día me dijo que tenía una enfermedad seria y
que alguien más tarde me aseguró que mentía. Sea cual sea la razón sólo puede
recibir. Un señor maduro le toma
el pelo a un grupo de postadolescentes mientras esperamos. Luego, ya en el
autobús, su seguridad de donante veterano se viene abajo y espera tan inquieto
como yo. Como en una fila a la puerta de una oficina de reclutamiento. Ya dentro me
siento como un paracaidista esperando que la luz roja de este bombardero se
encienda para saltar sobre Normandía. Cuando me toman la tensión da ligeramente
alta. No me sorprende. Me tumbo en la camilla. Unas señoras encantadoras me
cantan las instrucciones: luego no bebais, no hagais esfuerzos, cuatro meses
hasta la próxima donación. Aparto la vista cuando pinchan y miro por la
ventanilla. El viento mece las ramas de los árboles del campus ahí fuera, hace
una tarde soleada de uno de esos pequeños veranos en mitad del invierno
castellano. Noto como el frío me sube por el brazo y me invade la paz. Imagino
a un patricio romano diluyéndose lentamente en una bañera de agua caliente. Abre y cierra el puño para que circule,
me dice la señora. Casi podría quedarme dormido...
Luego una venda. Mantén la gasa apretada y bebe líquidos. Un
zumo de melocotón, charlo con las neófitas. Son manchegas, también estudian
periodismo. No os fiéis de esa profesora, es una cabrona. Salgo a la calle y
libero mi bici de su candado. Me han dicho que no haga esfuerzos, pero volver a
casa a lomos de Ciclona con los deberes hechos no es ningún esfuerzo. Es un premio.
3 commentaires:
27 de abril de 2012, 21:19
El artículo no valdría un ful si no fuera por la frase:
'Sea cual sea la razón sólo puede recibir.'
27 de abril de 2012, 22:59
Pero quÉ grande eres tío,grande,Grande,GRANDE!!!
28 de abril de 2012, 14:55
dada tu geoposition esperemos que no llegue la sangre al rio.
abzs y enhoravena
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