3/10/07

El Cafetín





Desde hace unas semanas tengo la suerte de trabajar en un lugar que, más que un local, es una institución vallisoletana: el café El Largo Adiós. O al menos eso ha puesto siempre en la puerta, sobre la ilustración de un barco de vapor. Sin embargo ése no es su verdadero nombre, salvo que seas un forastero. Los que se citan aquí suelen perderse: nadie sabe dónde está El Largo Adiós. Incluso algún paisano todavía pregunta a veces, asomándose a la puerta, si ha cambiado de nombre hace poco: ¿Pero esto no ha sido siempre El Cafetín?

En El Cafetín, colgados de las paredes, conviven toreros de principios del s.XX, Raymond Chandler (era inevitable), Machado, Kafka, Gómez de la Serna, Zambrano, Verdi, Lorca, Pessoa, Dashiell Hammet, Scott Fitzgerald o Hemingway completamente bolinga blandiendo una botella (esta última foto es mi favorita) con John Ford, el Stacy Keach de “Fat City”, Pasolinni, Mingus, la foto de boda de John Wayne y Maureen O’Hara en “El Hombre Tranquilo”, el primer Brando, Eisenstein… y muchos otros más difíciles de identificar.

Abierto desde 1978, este local acoge tradicionalmente a intelectuales y artistas, y durante la transición fue un centro de reunión de la izquierda (o, como se decía entonces, un nido de rojos). Uno de los últimos atentados de la ultraderecha española tuvo lugar aquí en 1981, cuando un grupo armado disparó al interior desde la calle, hiriendo de gravedad al abogado Jorge Simón. Como bien cuenta Fernando Terreiro en los comentarios de una entrada anterior, fue un periodista el que acuñó el término “Fachadolid”, escribiendo sobre este caso. Pero hay muchas más historias. Sobre este café Gustavo Martín Garzo nos cuenta que en una ocasión “llegó a entrar un caballo. Un caballo que avanzó solo e impávido hasta el interior del local, y al que los camareros dieron solícitos de beber en un balde”.


Ojo, hay que aclarar que éste no es un elegante local de tertulia literaria de Madrid como el Café Gijón. El Cafetín es un lugar mucho más popular, del pueblo para el pueblo, y en la actualidad se codean mesa con mesa un decano de la universidad o un abogado laboralista con artistas callejeros venidos de las cuatro esquinas del mundo durante el festival de teatro de calle (tienen el local como punto de encuentro) o los clásicos puretas trasnochados y frikis de la noche vallisoletana. El elenco de personajes que desfilan por aquí (con El Alemán como gran ejemplo) es digno de Valle-Inclán. El lugar parece decorado a principios del siglo pasado, y sin embargo la clientela no puede ser más contemporánea. Recuerdo que la primera vez que vine, con apenas diecisiete años, las baldosas del suelo blancas y negras a modo de tablero de ajedrez, los vasos de media pinta, las amarillentas ampollas de las lámparas y las mesas de mármol y hierro forjado me causaron una gran impresión. Incluso recuerdo haber tanteado el reverso de esas mesas buscando el grabado de una lápida. No he dejado de venir desde entonces.

No hay día que no salga de trabajar con una recomendación de algún compañero sobre un libro, un disco o una película, y el espectro va desde los Malevaje de Rubén (alias “Finito”), hasta “El hombre que mató a Liberty Valance” de Choche, pasando por los Wilco de Dudu, el Ray Bradbury de Ruth, el Maceo Parker de Javi o el Angelo Debarre que estáis escuchando, recomendado por Rafa y que es ya un clásico de la banda sonora de este lugar. No, no me olvido de Raquel, pero es que con ella hablé de bicicletas.

No me ha resultado fácil elegir la música con la que tratar de recrear el ambiente del Cafetín porque, aunque hay una extraña suerte de coherencia en lo que se pone aquí, los gustos de los camareros difieren enormemente. Si está Joaquín (el jefe) suena Son cubano. Si es Rubén suena Rock&Roll clásico y Soul. Con Dudu o Choche es Herbie Hancock, Miles Davis y otros clásicos del Jazz… pero también hay momentos para el flamenco, la música celta e incluso el sábado pasado, a las cuatro de la mañana y con setenta clientes bailando completamente desatados, Peret y Renato Carosone. Una puta locura. Yo por mi parte voy introduciendo mi granito de arena en este complejo mosaico cultural con forma de bar hablándoles de Moore, Gaiman, Spiegelman o los Lemonheads y los Pixies, y cuando me vea más suelto les llevaré a La Rue Ketanou (para los fines de semana) y a Yves Montand los domingos lluviosos por la tarde.

En definitiva, El Cafetín es mucho más que un bar. Es un modo de vida.



P.D. De nuevo la primera foto es de Asami, que tiene su propia entrada sobre el Cafeto.

15 commentaires:

anotado para próximas visitas... gracias! la música apropiadísima!

Tiene muy buena pinta, quizás en algún momento me deje caer por ahí. No se si preferiría llegar en las horas musicales de Rubén o del Choche...pero bien, me gusta. ¿No tiene un aire bohemio, de ese que se le suele asociar a Paris?
Y por cierto el tal Asami hace fotos cogonudas.
Saludos

Enhorabuena por su nueva ocupación. De momento me cae un poco lejos para tomar un café, pero queda anotado en mis sitios pendientes de visitar.

Ostia tio, enhorabuena. Es uno de los sitios mas miticos de Valladolid y de mis preferidos.

Lo que mas me gusta es que como apuntas no es un sitio exclusivo. Hay culturetas, pero tambien gente normal, jipis, gente mayor...

Vamos un placer!!

Me ha encantado la crónica del café. Conozco el Gijón (intento recordar quien me invitada a los cafés, con esos precios!), y me gusta la atmósfera que recreas. Lo mejor, los poligustos musicales según quién esté por allí. Claro está, me quedo con vaderetro de DJ y demás.

Salud.

Gracias por la parte que me toca.
Y se olvida de lamúsica griega. Espero con ansiedad a Yves Montand.

Muchas gracias a todos! Ya sabéis donde estoy.

Tootels y Luigi, espero que la recomendación os sea útil y vengáis a verlo.

Txutxi, si que es bastante parisino, la verdad. Por eso lo veo bien con Montand. Asami además fue también compañera en la pizzería.

Claudia, yo aún no conozco el Gijón, pero la próxima vez que vaya a Madrid no falla.

Portrait y Fernando, seguro que sois incluso habituales y ya nos hemos visto alguna vez. Que Vallulis es un pañuelo y nos conocemos todos!

Nos leemos!

Tengo la impresión de haber estado allí unas cuantas veces; sin embargo, no he pisado Valladolid en mi vida.

Creo que me teletransporto en cada cerveza.

Conviérteme en la dama del tablero que hay en su suelo.

Tío, el cafetín en Internet....esto sí que es un cambio, una revolución, una vuelta de tuerca. Bueno, me alegra saber que cuando está por ahí dentro de nada nada habrá cambiado y volveré a ser uno más de sus muebles, alguna de las baldosas del rincón entre la máquina de tabaco y las escaleres al baño. Está muy bien el sitio, qué se puede decir de toda una institución. Aunque yo preferiría que algún fin de semana hubiera alguien pinchando, no tiene por qué ser música electrónica, pero eso le daría un aire renovado y fresco, que hay demasiado humo ya. Muchos besos!!

Pues ya sabes...si por aqui vienes, será un buen motivo para volver al Gijón después de muchos años. Por que de aqui a que yo vaya a Valladolid, no sé...

Besotes

Soy la chef.

Bueno pues ya pasaré a que me pongas un cafetín bien calentito este invierno ;-)
Noragüena por el curro ¡Vaya nivelón!
Salut!

Ya me gustaría tener 1/3 de este bar por aquí cerca...

¡Pero chico! Hacía un tiempo que no pasaba por tu blog, tendré que remontarme a entradas anteriores...

Qué bien has descrito la atmósfera del bar; no sabía la historia de la trifulca.

Pregúntale a Raquelilla (cafetín) de mi parte que qué tal lleva forestales!;)

un abrazo y bienvenido de vuelta

¿Sabes si es cierto o es leyenda urbana que ynestrillas entró armado al bar y les hizo cantar a todos el cara al sol y una chica que no lo cantó se llevó una hostia? Es algo que oí hace años... Por cierto qué mes cumple el 30ª niversario?
Gracias.

¿Y la solera que tiene el lavabo? Y como huele!!!!