18/3/08

hijo de puta

Desde que era un adolescente me he preguntado cómo serían los cabrones que, según se contaba, eran capaces de enrollarse con alguien y luego esfumarse como si tal cosa. Yo, que sólo sabía entregarme por entero, hacía conjeturas sobre cómo sería la jeta de esos malditos bastardos hijos de puta que no pensaban en los sentimientos de los demás.

No más conjeturas. A partir de esta noche ya sé qué cara tienen esos sinvergüenzas. Es la misma que voy a ver en el espejo cada día del resto de mi vida.

8 commentaires:

Nunca me habían llamado nada tan acertado:

Sin vergüenza

Bueno, debió ser un momento de una intensidad cojonuda.

En fin, ¿qué consejo darle desde mi provecta edad? Aféitese poco.

En efecto lo fue. Y a esto me refería cuando decía que quería intensidad. Desde luego que no es agradable, pero se aprende mucho. Y es un buen material literario.

Hubo algo en tí que me llamó la atención cuando te conocí, pero en ese momento no supe lo que era.

Hace unas semanas descubrí tu blog, empecé a leerle y encontré la respuesta a mi pregunta, ahí estaba lo que mi intuición quería decirme en un idioma que hasta entonces no fui capaz de descifrar.

Es una pena que justo ahora estés empezando a dejarlo escapar...

Y es que es la carne la que redime y el espíritu el que somete. ¿Alguien ha usado un flagelo contra su alma? Nunca ha hecho falta: el sepíritu, magnífico soberbio, se basta a sí mismo. Por eso inventa cilicios y heridas, con más o menos gracia. En fin, cuatro mil años de historia. Cada cual que los recorra como pueda, que no nos sobra el tiempo. Pero de ponerse condones en la glándula pineal, nada de nada.

Me van a disculpar que no continúe con este tema, pero una noticia de última hora requiere mi atención en la siguiente entrada.

Nos leemos.

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

Créame si le digo que los verdaderos hijos de puta no son capaces de mirarse en el espejo para aceptar el mea culpa. De los errores se aprende, no?