15/9/09

ostras o mortadela (VIII). vacaciones de verano

Obrero de la construcción en verano para pagarme la carrera. Músico de verbena rural (y olé). Camarero (de copas o de pinchos). Ahora que soy asustaviejas telefónico, por fin he tenido las primeras vacaciones en agosto de mi ecléctica carrera profesional, así que la Niña Fatal y yo hicimos planes de viaje para, finalmente, saltárnoslos a la torera y acabar a última hora en un destino nacional que cumplía todas nuestras expectativas (turismo gastronómico, gran capital con tiendas freak, arquitectura modenna, clima marítimo) cuyo índice de ocupación hotelera disminuye drásticamente fuera del fin de semana, así que hoteles como este en el que nos alojamos tenían ofertas especiales si reservabas estancias de tres días en adelante. Y por tan sólo diez euros más que la opción más barata de alojamiento.

Diez euros. Ese es el precio que separa una cama de 2,5m x 2,5m, aire acondicionado, mini bar refrigerado, servicio de habitaciones, baño de pizarra y decoración de diseño en una zona urbanística de postal de un catre sudoroso y un ventanuco sobre un bar de kebaps en una calle que ni Beirut en los ochenta. Esta sección del blog analiza la democratización del lujo, pero ¿Cómo es posible un caso tan flagrante de tomadura de pelo? Llegué a la conclusión de que el sector económico-poblacional que antes pagaba cantidades indecentes por alojarse en estas condiciones de semilujo es actualmente el más vapuleado por la crisis, y que el actual consumidor potencial de estos servicios es el que poco antes de la debacle económica estaba tan contento con su catre sudoroso sin llegar a pensar que su culo acabaría remojado en un jacuzzi. La parte negativa de este asunto es que uno, que estaba acostumbrado a salir de viaje en plan Kerouac, haciendo autoestop y durmiendo en cajeros, se acostumbra deprisa a las localizaciones de James Bond. La parte positiva es que estos mercaderes de la opulencia, que antes se la clavaban doblada a sus clientes, han tenido que recortar beneficios y mostrar sus verdaderas cartas para adaptarse a la dura realidad de que ahora su cliente... Soy yo.

Que se jodan. Bendita crisis.

6 commentaires:

Pero qué pinchos tiene Bilbao!

Les echaste un zurullo en el recibidor?

Perdona por no haber ido el otro día, tío, la Niña Fatal y yo somos lo puto peor!!! La verdad es que lo de montarla en sitios de estos es siempre tentador. Estuve pensando en distintas opciones de terrorismo de ascensor, pero los recepcionistas eran taaaaaaan majos...

Eh, eh!! cómo que soy lo peor? no te vuelvo a llevar a hoteles de lujo a precio de pensión de mala muerte conmigo!

Definitivamente: ostras Y mortadela, no es la crisis, es que estamos en la edad esa mala en que todo nos viene bien (yo lo llamo calimotxo y bogavante, nunca junto, por supuesto)

la rebelión de las masas, oiga.