25/6/10

murmullo

Quisiera drogarme. Pero no puedo.

La vida sin droga tiene un murmullo de fondo del que no nos percatamos hasta que nos chutamos y desaparece. Un zumbido constante, una inquietud con la que nos acostumbramos a vivir y que, mejor o peor, nos deja seguir trabajando, pero que cuando llega el momento de apagar la luz no nos deja dormir. Cuando nos drogamos estamos matando esa mosca cojonera y alcanzamos una paz con la que ni nos habríamos atrevido a soñar. Así que esto es la verdad. Esto es el silencio que hay de fondo de todas las cosas. Este es el estado en el que me encontraría siempre, por defecto, si no tuviera ese murmullo dentro, me digo cada vez que me meto. Que son menos veces de las que querría. Muchas menos. Casi ninguna, en realidad. Pero cuando ocurre descubro que el mundo entero me la sopla. Que yo mismo me doy igual. Y es fantástico. No es como con el vino, en absoluto. Con el vino he de elegir entre sentirme bien cuando estoy enfermo o sentirme enfermo cuando estoy bien. Es paliativo, pero no absoluto.

Pienso a veces en cómo debe ser la vida de un yonqui rehabilitado. Abandonar voluntariamente esa paz a cambio de que un asistente social, que probablemente se drogue, intente meterte a empujones por una rendija por la que no cabes en un lugar en el que tu presencia es una molestia y en el que deberás suplicar por favor durante el resto de tu (por otra parte bien mórbida) vida que te dejen limpiar retretes para subsistir. Luchando sin descanso por llegar a la montaña cuando ya has probado cómo es que la montaña llegue a tí. Y siempre ese murmullo… Yo antes preferiría darme un último homenaje.

Pero no puedo. Tengo con las drogas la misma relación que una integrista judeocristiana ninfómana con el sexo. Por eso no puedo pararme quieto. Por eso necesito constantemente tanto ruido a mi alrededor. Porque si en algún momento dejo que ocurra el silencio descubriré que no existe, que siempre habrá un murmullo incesante, exasperante y agónico de fondo que sólo desaparecerá si hago algo feo, algo que está mal. Muy mal.

10 commentaires:

Lo más cojonudo es que estoy hablando de unos comprimidos de valeriana que te venden en la farmacia sin receta...

¡Ja, ja, jajajaaa...!
Yo que iba a ofrecerme para hacerme cargo de tu stock no utilizado...
Siempre queda el método Nicoló: Dar vueltas hasta caerte al suelo.
Un abrazo, Valeriano.

Hoal Sebas, qué tal los peques y su señora? En realidad debería llamarme Marcelino, porque lo mío con el pan y el morapio es verdadera devoción...

oh dios
jusssto hoy
despues de miles de dias
se me ocurrio volver a ver su blog

oh oh
unbelievable O_O

JAJAJAJAJA! Me acordé mucho de usted escribiendo esto, d.i.d. Pero mucho!

Drogarse es precioso (Niños: NUNCA os droguéis. Hablo en serio.) Hace tiempo que le pido a un amigo que me consiga opio -pero en plan escribir, eh? no por vicio- y creo que ya no se hace. Tendría que desplazarme temporoespacialmente al Montmartre de los años veinte.
Yo no entiendo mucho de esto, pero creo que está complicao. Mucha demanda.

Así que voy a ir donde mi farmacéutico a ver si me devuelve la intención literaria a base de pastillitas cafeína.
Tomo nota del método Nicoló.

Jajjja, he visto a Nicoló haciendo eso, pero creo que la distancia entre la cabeza y el suelo es determinante y una vez alcanzada cierta altura ya no funciona, solo provoca mal estar... Pasa lo mismo con otros métodos.

El Meistérrimo Meister dijo...
3 de agosto de 2010, 15:13
 

¡Señor Vaderetro! ¿Cuándo se actualiza este blog? ¡Pronúnciese sobre lo que sea, pardiez!

'Querido diario', de Lesley Arfin.
Nos pilla mayores, pero lo edita una amiga.
Y las drogas que me gustan a mí engordan.

Creo que el lechazo no cuenta como droga.