a.
Está sobradamente documentado que mientras conducimos concebimos nuestro cuerpo y el vehículo como un todo. Por eso, por ejemplo, cuando tenemos un golpe decimos “me han dado” y no “le han dado a mi coche”. Nuestra conciencia se expande y asumimos al vehículo como una proyección de nuestro ser. Por eso conducir mientras tienes una crisis de ansiedad ofrece una gran ventaja: En vez de estar exasperadamente atrapado en tu cuerpo estás atrapado en el habitáculo. Y eso es un espacio mucho más grande. La prioridad no eres tú, sino el vehículo en su conjunto. El peligro está en el resto de la circulación, no en el interior, y por lo tanto es un miedo mucho más racional. En vez de preocuparnos por una muerte súbita e inevitable pasamos a preocuparnos por un hipotético accidente, lo que en realidad es una parte inherente de la conducción y un temor necesario, porque el conductor que no albergue ni un mínimo rastro de él es un mal conductor: Es un temerario. Lamentablemente los ansiosos somos aún más peligrosos para nosotros mismos y para los demás por todo lo contrario: Somos temerosos. Nuestra conducta errática y nuestros sentidos hipersaturados durante el acceso nos impiden reaccionar naturalmente y anulan los automatismos adquiridos, necesarios para circular. Nos convertimos súbitamente en alumnos de autoescuela en su primer día y sin profesor.
b.
Mejorar la forma física no evita necesariamente las crisis de ansiedad, pero permite gestionarlas mejor. Si estamos acostumbrados a hacer ejercicio la taquicardia durante el acceso de angustia nos recordará a la natural y necesaria durante el esfuerzo físico, y nos permitirá preservar una parcela de lucidez mental en el agitado caos de nuestro interior. Estando en buena forma somos capaces de abstraernos y ver la situación desde fuera, situarnos como espectadores de nuestra propia crisis, lo cual ayudará a percatarnos de lo absurdo de la situación y restablecer los valores de cordura normales.
a+b= Experiencia reveladora. Jodida de cojones. Pero reveladora.
31/1/10
[+/-] |
amaxofobia |
22/1/10
[+/-] |
todo es mentira |
Dos reportajes en el periódico, uno junto a otro. Primero, la detención de los aspirantes a bombero que provocaron el fatal incendio de Horta de San Joan sólo se produjo gracias a que uno de ellos, angustiado, confesó por teléfono (pinchado por orden judicial). Segundo, una docena de jueces y fiscales de la Audiencia Nacional ejercen ahora la abogacía defendiendo a los acusados de la Operación Malaya, a El Pocero o al jefe mafioso ruso Kalashov.
A la Niña Fatal le han cortado la ayuda al alquiler a partir de un escrito de renuncia que ella nunca redactó, mucho menos firmó y que nadie sabe dónde está. No es que a la Junta de Castilla y León se le haya perdido un papel (cosa que ya ocurrió, dejándola sin varias mensualidades), sino que ha aparecido uno de la nada que exonera a la administración de pagar sus deudas.
Hay un mail circulando por ahí contando que la pena por agresión es menor que por bajarte música de internet, y que el delito de repartir copias de discos gratis es más grave que el de repartir porno casero a la puerta de un colegio de primaria.
Ser moroso sale rentable. No importa la cantidad, una vez que tienes una deuda, cuanta más acumules mejor. Puedes comprar un bien a plazos, y si te mantienes en tus trece de no pagar las cuotas, al cabo de un número suficiente de meses la financiera te ofrecerá que pagues la mitad del importe sin intereses y sin contrapartidas legales, eliminándote de los listados de morosidad. Para casos más flagrantes sobre lo que ocurre cuando traicionas la confianza en el sistema económico, consultad a Enric Durá.
Un conocido me explicó hace años lo barato (judicialmente) que es matar en este país. Una vez que empieces da igual que asesines a uno que a seis. Los siguientes cadáveres solo son agravantes. Y si lo haces en coche, atropellando, sólo es una infracción de tráfico, aunque sea intencionadamente.
Que esta farsa que es la vida tal y como la conocemos se mantenga depende de un pacto social basado en la confianza hacia el Estado, las instituciones y los factores económicos, un pacto que hace tiempo que dejó de ser universal. Si el aspirante a bombero que confesó por teléfono hubiera mantenido silencio como su compañero (según el reportaje "más bregado en estos bretes" al acumular otras dos condenas) jamás les hubieran pillado. Su gobierno ya había encubierto su responsabilidad. Lo que les ha llevado a la cárcel es el peso de su conciencia. La educación. La confianza en su certeza del sistema. Un sistema que, por otro lado, falsifica documentos, pone al servicio de los criminales a sus mejores efectivos y precisa de los remordimientos de los culpables para administrar justicia.
Ya está naciendo la generación que no se ha creído esta mentira, que no le tiene respeto a la autoridad ni miedo a la justicia del Estado (¿acaso debería?). Una generación que no tiene ningún lastre educacional ni moral, que sabe que, si se empeñan en negar su crimen, su deuda o sus actos, saldrán indemnes y fortalecidos. Una generación Nieztcheana de superhombres que lo mandará todo a tomar por culo. Y me alegro de que así sea, porque nos lo hemos ganado a pulso.
En serio, ¿de verdad no os entran ganas de haceros terroristas a vosotros también?
7/1/10
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soltar lastre |
La mudanza desde casa de Jose a la de La Niña Fatal se está convirtiendo en una agonía interminable de viajes casuales con maletitas minúsculas, sin terminar de decidir cuándo me llevo la cama de palés, el plato de los vinilos, el ordenador y otras piezas de mudanza mayor. Para mudarse hacen falta ciertas energías que mi actual estado de nervios no me permite. Hace falta estar dispuesto hacer limpieza, a deshacerse de los objetos con valor sentimental, a desligarse de las cosas. Hace falta ser valiente. Mi psiquiatra/psicoanalista de barra cree que parte del conflicto que alimenta esta mala racha se debe a este vivir entre dos mundos, a no haberme mudado (en todos los sentidos) completamente, y está convencido de que cuando cierre por última vez la puerta de mi habitación como tal se desvanecerán no pocos fantasmas. Yo también lo creo. Pero en el proceso he descubierto que hay puertas mucho más antiguas todavía parcialmente abiertas. Mi cama reciclada sólo cabe en el trastero de mis padres, y para meterla ahí aún he tenido que desalojar antes un montón de bultos de mi ex gabacha que todavía acumulaban polvo allí abajo. Precisamente hoy, que he intercambiado un par de mails con ella sobre nuestros proyectos y esperanzas, he tirado a la basura muchas de las cosas inútiles (agujas de tejer, medicamentos, frascos de perfume vacíos) que todavía conservaba por el mero hecho de ser suyas. Y no me ha dolido en absoluto. He tenido la sincera impresión de estar soltando lastre para poder (ella en Lille, yo aquí) seguir ascendiendo.
Lo siento Marion. Voy a donar tu ropa a la beneficencia. Alguna yonqui de Pajarillos podrá vestir ahora con esa curiosa mezcla que tenías de gótica con perroflauta del oriente medio. Sé que, con tu desapego por lo material, tú habrías hecho lo mismo.