Lille (I)
No he podido colgar nada estos últimos días por un problemilla con la conexión desde donde publico habitualmente. De hecho, mi conexión actual se encuentra aquí:
Y diréis "anda que no se ha ido lejos este gilipollas a buscar un ordenador conectado". Pues no, amigos. En este momento son las 02:37, os estoy escribiendo mientras me bebo un vinazo estupendo tumbado en la cama, después de haber cenado nueve tipos diferentes de queso con otros tantos de pan (de chez Paul) y mi chica duerme plácidamente. En efecto, he venido a pasar las navidades a LILLE! (los ordenadores gabachos no tienen todos los signos de puntuación españoles a la vista, tendréis que disculparme. De hecho no veáis lo putas que las paso para poner la ñ!). En realidad no es del todo correcto, el sábado nos vamos al sur, a Clermont-Ferrand, pero eso es otra historia.
Ah, Lille! La gente del norte tiene en los ojos el azul que les falta en el cielo, que decía una canción francesa de los setenta. La verdad es que el cielo es un poco plomizo, es cierto. Pero es lo único plomizo de por aquí. Esta es una ciudad bastante flamenca. Flameca de Flandes, quiero decir. La gente es muy salada, pero eso es otro tema. Realmente se nota que esto pertenece al mismo tipo de sitio que Amsterdam o Brujas por la arquitectura de las callejas oscuras, los adoquines y el ambiente acogedor.
Por lo visto toda esta zona fue un gran centro industrial y minero hasta que se agotaron los recursos durante la primera mitad del siglo XX. En lugar de dejar que se hundiera en la mierda como hicimos los españoles con la minería asturiana y leonesa, aquí los gobiernos franceses empezaron a potenciar otro tipo de riquezas, y en la actualidad la región es uno de los centros culturales más impotantes de Europa. Aquí hay conciertos, exposiciones, y eventos de primer orden todos los días. Este año la atención se centra sobre la India, y han decorado la ciudad para la ocasión.
A mí particularmente me llama la atención la cultura comiquera que tiene esta gente. Buena parte de los autores de cómic europeos son de por aquí, y un cómic puede entrar en las listas de bestsellers con toda tranquilidad porque es de lo más normal. Lo que más me llama la atencion a priori cada vez que vengo es el olor. Señores, aquí huele a bollos recién hechos por la calle continuamente. A gofres y buñuelos. A pan caliente. A chocolate. Es horrible cómo se te hace la boca agua a todas horas, no importa que acabes de comer (como un titán por otra parte). Eso de que en España se come mejor es relativo. Al menos si eres un goloso como un servidor.
El centro de Lille es casi exclusivamente peatonal, lo que le da un ambiente relajado y te permite disfrutar mejor de los paseos. Hoy por ejemplo ha sido un día estupendo para venir al centro en tren hasta la Gare de Flandres (hay metro pero no llega hasta el mismo centro porque el subsuelo debe ser un queso de gruyère), hacer las compras de navidad, comer en el Kyoto (también he tenido que venirme aquí a comer sushi, porque en casa no hay un puto japonés. Hay un oriental y no es lo mismo) y subirnos a la Grand Roue, una noria que montan en la Grand Place en estas fechas desde la que se disfruta de una vista del centro desde las alturas. Antes de eso nos habíamos calzado un vin chaud, que en efecto te deja la mar de calentito. Se trata de eso, vino caliente con canela, y a veces alguna especia. Es algo bastante común en toda Francia pero yo hasta ahora no lo había probado. Por lo visto es un remedio casero de los esquiadores para combatir el frío (os puedo asegurar que funciona) pero claro, así bajan luego los cabrones, haciendo eses!
Voy a estar por aquí unos días, así que ya os seguiré contando con más detalle y con fotos propias, que me he dejado la cámara en casa. Aquí lo dejo por hoy, que se me hace tarde. Nos leemos!
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