¿Tú te esnifas? nº6
Me avergüenza un poco decirlo, pero buena parte de mis referencias culturales provienen de los cómics. Leí la cita "Delenda Carthago" mucho antes de saber lo que significaba (y luego olvidarlo) en "Los Laureles de César" de Goscinny y Uderzo. La escena de la acusación a Astérix se mezcló con una fórmula coloquial con origen en los ritos de la jerarquía eclesiástica y salió esto.
El teatro estaba a rebosar. El juicio había despertado mucha expectación. Además, el escenario era inmejorable. La construcción antiquísima, símbolo del poderío del imperio, con sus columnatas, sus escalinatas, sus peroratas, y esas cositas que llevan cosas dentro y que nadie sabe donde están… A un lado, el acusado, el Demonio en persona, exhalando nubecillas sulfurosas por la nariz, con ese hocico de macho cabrío, sus cuernos de macho cabrío, sus patas de cabrito también y sus ojillos rojos y relucientes de árbol de Navidad. Al otro lado, el demandante, un señor redondo y sudoroso con gafas y poco pelo, que le acusaba de extorsión de recursos agroindustriales en primer grado, malversación de dicotomías en usufructo de las mismas y resistencia a una ONG en pleno estado de "mens rea", por lo que le exigía, en concepto de daños y perjuicios, la simbólica cantidad de doce mil cosas de mucho valor.
El señor gordo, tras haber expuesto los hechos al jurado (dos arcángeles, un querubín, tres ánimas errantes, dos faunos y dos vigilantes de seguridad) se dirigió a los urinarios bajo el palco de su señoría, la juez Paz, y proyectó desde lo más profundo de sus mucosas un ingente y gelatinoso escupitajo parduzco, como mandaba la tradición jurídica tras una larga plática. Todos los presentes le rindieron una calurosa ovación por el flan de moco conseguido, a lo que el demandante contestó con una consistente vomitona que aterrizó sobre los miembros del jurado, que sonrieron complacidos. El Diablo se encogió. El demandante se había ganado el favor de la juez con sus conocimientos jurídicos, al jurado con su generoso presente y a la opinión pública cuando mostró su espectacular y bien cuidado escroto. Lo iba atener muy difícil. Seguramente iba a pasarse el resto de su eternidad dando clase en un instituto de secundaria. ¡Que ignominioso y trepidante horror! El señor del mal parecía estar perdido.
Sin embargo, en ese preciso momento, una solemne figura apareció ante los allí presentes desde el fondo del urinario. "¡Oh, cielos!" exclamaron todos al descubrir de quién se trataba. El solemne y enjuto personaje se dirigió al estrado de los acusados y dijo
-Delenda Carthago, como decía el gran Catón…
Era el abogado del diablo.
3 commentaires:
20 de febrero de 2007, 16:10
os mando un cuento de Saki. el tipo nació en Birmania. su padre fue inspector general de la policía birmana cuando el país aún pertenecía al imperio británico y su madre murió corneada por una vaca. Después se fué a vivir con unos tíos puritanos y no se lo pusieron nada fácil. Volvió a Inglaterra. Se alistó como soldado para la primera guerra mundial y fue abatido por un francotirador alemán. Sus últimas palabras, según distintas fuentes, fueron: "¡aparta ese maldito cigarrillo!"
entrad en esta página www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/saki/reticen.htm
Hay unos cuantos de sus cuentos. el que yo he elegido se llama "la reticencia de Lady Anne"
20 de febrero de 2007, 16:11
üen"Nadie sabe lo que me hace sufrir la mala digestión"...comentario que, dicho por Lady Anne, parece, más bien, un apunte sobre las últimas tendencias de moda en calcetines. Así de superficial y fría aparece ella: pero el que lo haya leído sabrá que no es más que mera apariencia. Me gusta este Saki!
La apariencia es justo lo que abre puentes entre el relato y nosotros y, al mismo tiempo, lo que los rompe para dejarnos, al final, de este lado de la orilla, o del otro según se mire, con las ganas de cruzar pero sin posibilidad alguna. Con la miel en los labios, como se suele decir. Es exactamente lo expresado en la frase de Lady Anne: nadie lo sabe porque no lo digo, porque es demasiado intimo para comprenderlo, quizás, inefable; pero, sin embargo, revelo con este suspiro que, efectivamente, eso que nadie sabe está ahí y debe de ser muy gordo a juzgar por esa inefabilidad. Pero, por el contrario, gracias a su tono de pija burguesa lánguida, antes de que podamos darnos cuenta, ella ya ha retirado sus labios de tales palabras, pues la superficialidad con la que resuena el comentario es mayor que su deseo de hacer un relato sincero sobre sus penas, una invitación real a entrar en eso que nadie sabemos; así, que enseguida, nos quedamos con las ganas, y el relato continua hasta que, al final, de repente, se nos revela definitivamente aquello que, según el título, era reticencia.
Menudo juego de apariencias! Y para qué? Para evidenciar la falsedad de una situación dada, la ambigüedad y la ambivalencia de toda realidad: especialmente, la del relato, ficción narrativa. Por cierto, Almu, que me recuerda a los últimos que has escrito tú.
20 de febrero de 2007, 16:12
A propósito de aquella idea de hacer una guía de viajes...Podría empezar así la mía, con este cuentecillo de Calvino que os pego. Así siento el efecto de Berlín, a veces...
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