16/4/07

El día que me reconocieron por la calle

Una de las cosas que tienen en común trabajar en un escenario y detrás de una barra es que estás expuesto en un escaparate. Esa circunstancia es fuente de una gran debilidad pero también de un gran poder. La debilidad consiste en cierta pérdida del anonimato, y se puede resumir en este episodio: Uno de mis compañeros en la pizzería es reconocido en la calle por un cliente que le grita desde un balcón “¡¡Eh, Abruzooooooos!!” como referencia a la pizza que más nos piden, la nº 9, Abruzos-Molise. Como camarero en este mes y pico he vivido una cantidad de fichajes, escasa o nulamente disimulados, sólo comparable a los que seguramente se producían bajo el escenario sin yo saberlo (aunque de alguno siempre te enteras). Con fichajes me refiero a esas caras traducibles por “vaya pinta el puto jipi este” hasta las de “a este me le merendaba yo” de las clientas más experimentadas.

Sin embargo el gran poder reside en ser consciente de esa exposición para hacer uso de ella. A mi me encanta conocer gente. Lo genial de la gente que no conoces es que tiene unas riquísimas epopeyas inéditas en su interior, y aunque ya os dije que soy un hablador compulsivo, si hay algo que me gusta más que rajar es que me cuenten esas historias (por eso estoy tan rendido a la blogsfera). Yo personalmente intento usar el poder que te da estar encima de un escenario o de una barra (simbólicamente no estás “detrás”) para preguntar por esas historias, principalmente porque no tengo la jeta necesaria para usarlo como trampolín sexual, que es lo habitual. En la pizzería es prácticamente imposible, hay demasiado jaleo, aunque siempre hay tiempo para un “¿ese acento que tienes es de Murcia?” o “merci beaucoup monsieur. D’òu êtes-vous?” cuando reconoces a un gabacho, y a partir de su respuesta el resto de su historia es una conjetura mientras pones otras dos cañas y una Apulia mediana. Pero en la orquesta el filón era inagotable. Si la actuación gustaba sabías que te esperaba una ronda por las peñas del pueblo. ¡Qué momentazos! Mi puta memoria de pez para los nombres propios me impide hacer aquí un sentido homenaje a todos los pueblos donde hicimos efímeros amigos. ¿Qué habrá sido de Alex, que organizaba festivales de rock en Barcelona? ¿O de la chica que me enseñó las tetas en Castro Urdiales? ¿O de la adolescente de Toledo con los ojos más deslumbrantes de este país? (en Francia están los del resto del mundo) ¿O de la peña “Los Presocráticos” de Pajares de Adaja? ¿O del surfer asturiano? El tío más buenorro que he visto jamás, daba vergüenza estar a su lado. Se ponía a hacer el payaso justo en mis solos para que me diera la risa, el cabrón. A los dos días volvimos a coincidir en otro pueblo en la otra punta de españa y cuando me vio en el escenario no pudo parar de reírse. Ni yo tampoco.

¿Qué habrá sido de Ana?

Pero todo esto es otro tema y me estoy yendo por los cerros de Úbeda. El caso es que un sábado de esos en los que no tengo planes salgo a la calle a encontrármelos, cosa que hago a veces porque me jode sobremanera quedarme en casa un sábado. Siempre acabas encontrándote a alguien, y si no siempre puedes aprovechar para buscar cosas sobre las que escribir. En éstas estaba cuando oigo detrás de mi
- ¡Hostia mira, el guitarra de la orquesta!

Acojonante. Alguien me había visto hacer el capullo en un pueblo y se había quedado con mi cara. Me doy la vuelta con un petazo de adrenalina y una mezcla de gratitud, ganas de salir corriendo, vergüenza y diosabequé.
- ¿Comooooooo?
Un grupo de ocho o diez chicos y chicas de veintipocos cuyas caras no me decían nada.
- Si hombre, tu tocaste en ¿?, al norte de Palencia, y en ¿?, y el año pasado en ¿?
Por lo visto estos chicos sabían dónde tocábamos (ya sabían más que yo) y si pillaba a menos de ochenta quilómetros de su pueblo venían a vernos.
- Como me gozó cuando tocaste el Thunderstruck de AC/DC haciendo el paso del Angus...
Las piezas empezaban a encajar, y entre los vapores etílicos del pasado empecé a situar la cara de uno de ellos a un metro debajo de mí pasándome cachis de cerveza uno tras otro.
- Nada, tú te vienes con nosotros a tomar unos cacharros.

Me lo pasé en grande con unos completos desconocidos. No me acuerdo ni de sus nombres ni del nombre de su pueblo, pero me sacaron de fiesta en mi propia ciudad por sitios a los que yo no voy nunca y no me dejaron pagar ni una sola copa. Por lo visto los chicos venían el fin de semana a ver a las chicas, que estaban estudiando sus carreras aquí. No es que fueran sus novios, pero la relación entre ellos era una extraña mezcla de ese cariño sin preguntas ni exigencias que sólo la gente sencilla sabe ofrecerte, y una profunda amargura.

- Ellas que son más listas salen del pueblo porque valen para estudiar. Luego se echarán novio aquí y a nosotros que nos den por culo. ¡Y mira que están buenas, qué lástima! Las queremos un montón, pero sabemos que en cuanto terminen la carrera no las vemos el pelo. ¡Si es que tenemos madera de solterones!

Acabamos a las tantas en una discoteca cutre con una moña de espanto. Un año después volví a cruzarme con dos de las chicas al lado de mi casa. Llevaban unos maletones e iban acompañadas, pero no me parecieron sus amigos del pueblo. En esta ocasión no me reconocieron y yo no hice intención de acercarme a refrescarles la memoria, pero las vi alejarse mientras me invadía una inexplicable melancolía. No pude evitar decir por lo bajito “buena suerte”.

Sigo teniendo sed de historias como ésta. Y me he dado cuenta de que el escaparate puede funcionar en los dos sentidos. Podéis venir a que os sirva y mirarme mientras esperáis. Pero yo también os miro a vosotros, y con la forma de hablar y alguna otra cosa que os pregunte me estáis sirviendo una gran historia. En bandeja.

7 commentaires:

ay ay ay... eres un nostalgico y un melancrónico...me da a mi que tu acabas en una orquesta gabacha...

Joder, se supone que esta noche iba a verte, pero me han pillado los de la pizze de camino, Miguel acaba de volver de China... Y me he liado. Mañana me paso a despedirme ¡snif!

Después de vivir dos meses con abruzzesi creo que vomitaría con esa pizza. Pero sé imitar el acento bastante bien. Besitos.

Hacía tiempo que no me pasaba por tu blog.
Es posible que en algún momento nos hallamos cruzado por la calle, es una cuestión de probabilidad teniendo en cuenta la edad y el tamaño de la ciudad.
Y hoy que ya he leído donde currabas me habría pasado a pedirte unas cañas y a hacerte pasar vergüenza!!!,...es broma, no se me ocurriría invadir tu identidad laboral sin tu consentimiento.

Me mola como escribes, así que me pasaré por aquí de vez en cuando.
Muy buena suerte allá donde vayas.

Gracias por los besitos y los deseos de buena suerte. Nos leemos

Mira que ando perdida, buscando gambones me encuentro este nido de chavalones. No se quienes sois ni ande ando pero esta cara de la foto me suena,...Yo te he visto tocando en mi expueblo!

Joder, anonimo, no me puedes dejar con esta intriga...