1/11/11

bicicleta


Ir por la calle y exclamar “¡mira qué preciosidad!” Que tu novia crea que has visto a una tía buena y cuando se da cuenta de lo que estás mirando responda “estás enfermo”. Pero no poder evitarlo porque te gustan casi todas. Tener en un mismo cacharro medio de locomoción y gimnasio. La pasta que te ahorras en bonobús. Y en psicólogos. Llegar media hora antes. Ganar una hora al día. Ser consciente de que formas parte de una revolución, pero encabronarte al no ver a camaradas parados en los semáforos. Pensar entonces que si queremos respeto debemos mostrar respeto. Convertir un nuevo hábito en otro paso (entre cambiar de banco y apostatar) hacia una vida coherente con tus ideas sociales, económicas y políticas. La reducción de tu huella de carbono. La ciclonudista, las actividades de ASCIVA y el Garaje España. Volver a sacar la reflex a la calle, esta vez buscando joyas a pedales. La lástima al ver preciosas reliquias abandonadas contra una farola. El carril bici. Los peatones caminando por el carril bici, y pensar que cuando nos pintan una línea en el suelo caminamos por ella instintivamente, como borregos. Las cubiertas con banda blanca, como en los cincuenta. Las ruedas de 26”. No, mejor de 28”, bien grandes. Ajustarla bien alta para conducirla con la espalda lo más recta posible, como los verdaderos expertos (los chinos). Los cuadros de carreras antiguos pero con manillar de paseo. Los guardabarros a juego, los reflectantes, el transportín, la cesta, un manillar nuevo… Venga, y le pongo también una dinamo. El paseo en tandem por Central Park con la Niña Fatal, y sus vinilos adhesivos de cuadrícula de carreras (gracias peque). La que vimos en la Quinta Avenida hecha de bambú. Los cuatro duros que cuesta comprarlas, arreglarlas y tunearlas. La velocidad. La adrenalina. La sensación, de noche y sin tráfico, de viajar por el espacio.

La emocionante experiencia de descubrir, contra todo pronóstico y a los treinta y tres años, que todavía hay nuevos mundos con los que apasionarte (e incluso obsesionarte) tanto como cuando eras un crío y empezaste a tocar o a escribir. Y saber que, si alguna vez no te quedara nada más en la vida, podría llegar a bastarte con montar en bici para ser feliz.

3 commentaires:

Esta mierda me ha pegado fuerte.

Leer en "primicia" esta entrada hace de esta tarde algo especial. Gracias por este regalo el día de tu cumpleaños...

y por cierto, voy a buscar una bici!

MOLA MIL! Es un mundazo apasionante. A mí me pegó también hace un añito. Y es genial.