3/3/07

Yo fui un orquestero (de mierda)


Revisando las últimas entradas me he fijado que parece que esté de mala hostia. No es exactamente así, los que me conocen saben que no me cabreo casi nunca, aunque si que hay ciertas cosas que me encabronan de mi situación actual. Y he tenido tiempo para esta reflexión: ¿Cómo he llegado a este punto?


La respuesta es sencilla. En octubre abandoné la actividad laboral a la que me he dedicado durante siete años y que me ha dado de comer los últimos cuatro, mientras estudiaba: Las putas orquestas. A mis amigos y familia les he contado todo tipo de historias que parecen de ciencia-ficción, y cuando hacen una fiesta en verano no cuentan con que vaya. Ni a la piscina. Ni de vacaciones. Y tampoco salía muchos fines de semana. Todo esto no es malo en sí mismo, son simplemente los gajes evidentes de tener el peor oficio del mundo, salvo, quizá, la prostitución. Quizá.

Os lo pongo a grandes rasgos. Tocas la guitarra (medio mal), no tienes fuente de ingresos ni tiempo para desarrollar un oficio a tiempo completo porque estás estudiando. Y entonces se te ocurre que te podrían pagar por hacer lo único que sabes hacer (medio mal). Y te metes a tocar en una orquesta. De verbena. De las de fiesta de pueblo. En realidad empiezas ilusionadísimo de que te paguen por tocar. Tocas sólo en verano y te pagan una media de entre noventa y ciento cincuenta euros por actuación (¿os acordáis del concurso? Aún no he recibido propuestas). La media ha cambiado mucho en estos siete años que he estado haciendo el capullo por ahí, claro, pero siempre a menos. Y si no preguntad a los veteranos las millonadas que se metían en los ochenta (en qué se lo gastaron es otra historia). Al principio te da igual que la jornada laboral sea de catorce horas, que te pegues unas palizas de muerte a las cinco de la mañana desmontando el equipo después de haber soportado todo tipo de mierdas durante una actuación de cinco horas o más. Todo eso te da igual, porque cuando te montas en la furgoneta de vuelta a casa dices “hostia, soy músico”. Y eso con veinte años te llena como nada en el mundo. Pero después de siete años la mierda empieza a inundarlo todo y no ves nada más. Es el momento de dejarlo. Y en esas estoy, buscándome la vida de otra cosa.

En todos estos años he recopilado un anecdotario bastante nutrido de putadas y satisfacciones. Una de cal y otra de arena. Nunca he tenido muy claro si la de cal es la mala o viceversa. Digo yo que la cal será la mala, ¿no?

Un pueblo perdido en la zona del Aliste, Zamora. Verano del 2000 (el 2000 siempre será el 2000. 2007 es 2007). Mi primera temporada como orquestero (de mierda). Una lástima que no me acuerde del nombre, porque el pueblo era precioso desde diez kilómetros antes de llegar. Incluso yo con mi escasa sensibilidad paisajística me quedé de piedra. En la plaza del pueblo tenían un moral enorme que daba unas moras cojonudas, gordas y jugosas. El suelo estaba sembrado de millones de trazas violáceas. En el descanso hacían una rifa. El cantante (Fernando, o “el abuelo”, que se merece una entrada para él sólo) compra papeletas para todos los componentes de la orquesta. Adivinad a quién le tocó. Aquí un servidor se sube al escenario con el uniforme de trabajo, que es reconocido por los indígenas, lo que desata sus iras al grito de “¡Tongo! ¡Tongo!” y mi jefe tiene que subir a tratar de apaciguarles.
- ¡La orquesta ha decidido donar el premio al pueblo! –anuncia, secundado de “¡vivas!” y chanzas de los nativos. Lo que jamás adivinaríais es qué coño me acababa de tocar.

Me había tocado un puto avestruz. La principal fuente de riqueza del pueblo era una cooperativa de cría de ganado. Avestrucil. En el bar del pueblo te servían bocadillos de tortilla de auténtico huevo de avestruz, y tenían expuestos los ejemplares más gordos, el orgullo de la ganadería local. Cuando pregunté que qué se supone que hubiese tenido que hacer con el premio de haberlo aceptado me respondieron que no me habría llevado al animal (no nos habría cabido en el camión con tanto trasto), sino que me habrían enviado a casa sus sesenta kilos de carne congelada... o las noventa mil pesetas que costaba la res.
Maldita la puta gracia de mi jefe.

Y como estas millones. Me da miedo abrir una sección con anécdotas orquestiles, va a ser un poco como destapar la caja de Pandora... Pero ¡Que coño! ¡Me lo he ganado!

13 commentaires:

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

A un amigo mio le cagó una gaviota en la pechera...nada más que añadir

Joder! como las orquestas de mi pueblo.. (Sierra de la Demanda Burgalesa.. lo mismo has parado or allí en esos 7 años)

La verdad es que tiene que ser duro de cojones ese trabajo, yo he visto también de todo.. en mis años mozos no solía faltar a ninguna fiesta de pueblo.

Desde aquí te animo a que sigas contándonos anécdotas.

Saludos.

Me encantas con el gorrito de cocinero...aunque lo de buscar curro esté muy mal. sin embargo, parece que te inspira. Me gustan muchos las últimas entradas que has escrito...Yo creo que pasar un poco de hambre ayuda a la inspiración. Te acuerdas de lo del poeta feliz? Bueno, pues no iba desencaminada la cosa. No es que feliz no se puedan escribir cosas buenas, pero cuando uno está jodido con el mundo (tal vez, más bien, de manera íntima o existencial) es capaz de sacar más cosas, porque la crítica y la distancia necesarias para un buen texto se convierten en la capa y espada. Claro, que esto sólo es una partecilla del buen escritor. Todo lo demás es una gran movida, en verdad!!

Gracias a todos por vuestros comentarios... pero no se quien cojones ha suprimido el primer comentario. Yo no, desde luego. ¿Que está pasando?

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Supongo que así habrá sido.

Suscribo lo que dice esther.

la buena es la de cal y la mala la de arena ;-), esto es así porque cuando había poco dinero se echaba más proporción de arena que es más barata que la cal

Gracias por las informaciones!

He estado leyendo tu blog y me he reido MUCHO con esta historia, deberías de escribir más a menudo sobre el Embrujo Musical Show


Yo por mi trabajo suelo contratar a muchas orquestas y la verdad es que si, este mundo acaba QUEMANDO

te seguiré visitando

Pasaros por aquí,esta es la realidad de los negocios de las Fiestas de España.
http://quejasartisticas.blogspot.com/

Umm, creo que andas quemado de cojones, no dudo que hayas tenido malas experiencias en las orquestas, de lo que también puedes estar seguro es que en el Mercadona también las tendrías.
Yo llevo 18 años en orquestas y tengo 32, he vivido de todo, bueno y malo, pero jamás me atrevería llamar orquestas de mierda, mis respetos totales al mogollón de currantes y gente interesante que me encontré por las orquestas. Por ahora no cambio mi curro por el McDonals. Suerte con la busqueda de curro y si algún día vuelves, cuéntanoslo.

Resucito el tema, las orquestas son de lo peor, el escalón laboral mas bajo, rastrero e indigno para el músico o artista, pero aún peores son los malditos pachangueros institucionados que viven de las rentas de un pasado musical malo y dudoso, sin formación ni talento alguno, esa lacra que se disfraza de músico y se lleva los aplausos del público ignorante ya por ley y de forma automática, tan contagiosa como absurda. Ya esta bien de que esos borregos se aprovechen del talento y el esfuerzo mal pagado de la gente jóven para seguir ellos viviendo del cuento y llenando la panza, esos jefecillos de tres al cuarto de " el peor oficio del mundo"