10/12/09

ostras o mortadela (IX). tacones

Soy un jodido fetichista de los zapatos. Sin paliativos. Mi ex gabacha me encandiló, entre otras cosas, porque cuando nos conocimos la tía perra llevaba unos botines de corte decimonónico anudados hasta el tobillo que bien podría haber llevado una bailarina de can-can. En este contexto pudiera parecer que las tipas con tacones de aguja me pongan un montón. Nada más lejos de la realidad. La mayor parte de la gente (hombres que cantan en Astrud o mujeres) que calzan taconazo no tienen ni puta idea de andar con ellos (ni nos planteemos el bailar), lo que revierte en hacerles perder un buen montón de puntos en cuestión de follabilidad. Y es algo bastante lógico que poca gente sepa moverse con ellos: Los tacones son uno de los artificios más absurdos, antinaturales y sadomasoquistas que haya concebido nuestra cultura porque, como bien apunta La Niña Fatal, su función no está ligada a la elegancia o la pompa sino, pura y duramente, al follar. Yo personalmente colocaría cierto tipo de calzado en la sección de lencería.

El caso es que no sé si os habéis fijado (yo sí) en la cantidad de tacón que se gastan las adolescentes hoy en día cuando salen. Yo, que me crié en plena explosión femenina de los vaqueros rotos, las camisas de cuadros de franela y el pelo sucio, observo asombrado esta recuperación para la chavalería de los valores del lujo. Si bien es verdad que con cierta edad tus apetitos están ya educados y son más retorcidos, también entiendo que a los compañeros de clase de estas niñatas les pueda estallar una vena en el cerebro (entre otras) con semejante espectáculo, pero yo no puedo evitar ver a un montón de púberes grotescamente maquilladas andando como si pisaran huevos y pasando frío. Lo que sí que logran es crear una falsa idea de adonde van. Uno las ve así uniformadas y se las imagina en la grabación de un video de raperos chungos, en una fiesta privada con piscina, champán y coca, en una limusina… Pero resulta que te las encuentras el sábado por la tarde en el Carrefour comprando una botella de Bacardi y dos litros de Cocacola. Porque van a un botellón. Piensas en esos zapatos entre los cristales rotos y las mierdas de perro de un parque y a tu sentido del decoro (pordios, ponte un vaquero y unas Converse) se le saltan las lágrimas. Sin embargo la imagen en su globalidad me resulta tan neo punk que no puedo por menos que aplaudirla e incluirla en esta sección. Esta generación lo ha entendido perfectamente: Los reclamos sexuales no son más que la sombra de una vida apostada en un lujo inalcanzable e idealizado. El contexto no sólo no importa, sino que cuanto más alejado esté de esta idealización, más hará brillar al reclamo en sí. El riesgo de este planteamiento es que a todas estas crías sus padres les consientan el ir como van y esto se acabe convirtiendo en un todo a cien de los chinos abarrotado de figuritas de porcelana, a cual más brillante y barroca, pugnando por destacar más que sus compañeras de estante de ferretería bajo la luz de un sucio fluorescente.

Absolutamente aterrador.

7 commentaires:

Aplicando las enseñanzas blogeras de potorristas y picotistas

Los tacones y los palestinos del Zara o del H&M son el lujo poligonero. Es el glamour del vulgo, pensando que somos guays por llevar todos esos zapatucos destrozajuanetes de 20 euros. Eso sí, si yo tuviera hoy 15 años no hubiera salido tan abobado como he salido.

amen hermano.
vaderetrocordero en tacones...por supuesto.

Qué me vas a contar, que cada día veo un desfile de modelitos con todos los accesorios a juego en clase. Hace un tiempo les intenté explicar la función más divertida de los tacones y demás parafernalia, pero de momento sólo he conseguido que me miren raro... A lo mejor algún día lo entienden.

Estoy de acuerdo, como fémina de aquéllas que cuando adolescente vestía camisas de cuadros y sentía que moriría con las botas de montaña puestas, en la mayor parte de tu discurso. Sin embargo, no me parece que los padres deban prohibir la estética de sus hijos. Tan sólo ellas sufren el frío, los dolores de pies y las miradas babosas de cualquier macho beta que se cruce con ellas. El mismo principio se aplica a quien, independientemente de su sexo, se perfora el cuerpo con varias decenas de piercings (algunos deberían contarlos en metros lineares de metal empleado) o se alicata la epidermis con decoración neopagana. Se les puede advertir de que un día podrán arrepentirse, se puede uno hasta reír de ellos, pero a mi juicio existencialista tenemos todos el derecho de elegir libremente y estamos condenados a hacerlo, tal como estamos condenados a acarrear con las consecuencias de nuestras (estúpidas) acciones.

En el mundo adulto las mujeres usamos el tacón para sentirnos seguras. Con su machacón sonido en los talones marcamos nuestro territorio; observando el mundo desde unos centímetros por encima sentimos que caminamos con pie de hierro y determinación sobre un mundo de gominola, y que, tal como se escucha nuestro tacón, se escuchará y respetará nuestra voz desde nuestra garganta minarete. Y nos sentimos poderosas.

Me viene a la cabeza un conjunto músico-vocal...

http://www.youtube.com/watch?v=u6CAY8eI2SA

Un saludo!

Un compañero inseparable de los taconeos de moda son las medias que tanto gustan a los machos alfa. Influenciados por los comics o por el aspecto S&M que otorgan a las piernas femeninas, lo cierto es que nos imaginamos tercer turno de fabricación de medias y panties en todas las marcas conocidas para poder ajustarse a la alta demanda de esta fetichista prenda, Noches enteras currando en la cadena para satisfacer la lúbrica mente de algunos y las aspiraciones estéticas de todas.