Hace algunos meses me encontré con David, guitarrista y cantante de los XXX, una de las grandes bandas de esta ciudad en los noventa, y precursores de la floreciente escena metal pucelana. Ahora son unos señores respetables, ingenieros con hijos, pero por lo visto les ha picado el gusanillo de volver (como últimamente todos los grandes retirados, benditos sean por ello) y, como ya es costumbre, andaban buscando bajista. Teniendo en cuenta los buenos ratos que pasé con Rubenchi en su local hace años y que algunos de los anteriores bajistas habían sido compañeros de banda míos (o incluso mi propio hermano), consideré que tenía una deuda moral con ellos y me alisté a esta histórica reunión.
Yo aprendí a tocar con una acústica en un parque versionando temas de Nirvana y Green Day, pero en cuanto me regalaron mi primera eléctrica quedó muy claro que el metal iba a cruzarse en mi vida. Nuestra primera banda pasó de hacer versiones de The Cure cantadas por una chica a hacer directamente gothic metal al más puro estilo Evanescence o Nightwish… sólo que hace quince años. Cuando ahora veo multiplicarse las bandas de este tipo con éxito me invade una cierta sensación de pérdida por lo que pudo ser. De aquello a meterme en una banda de death hubo un paso. Podéis ver aquí a alguno de mis antiguos compañeros en proyectos posteriores de mayor calidad. Después me profesionalicé y el metal se alejó de mi centro de gravedad, pero siempre he pensado que cuando has sido jevi nunca dejas de serlo del todo. Cuando volví de Francia recuperé mi contacto con la escena musical local rápidamente, lo que me reafirmaba en la teoría de que “el que tuvo, retuvo”, si bien entré en un circuito más amplio que va desde el garage al rock acústico pasando por los cantautores. Tocar con los XXX era saldar una deuda pendiente con mi pasado remoto, así que me pasaron un CD con un tema para una toma de contacto.
Fue como si me pasaran los planos de un rascacielos para que buscase los puntos de presión. Como si me hubiesen dado la fórmula de un nuevo material sintético para que lo elaborase. Como ponerme a estudiar legislación japonesa sin traducir. Aquello era una compleja obra de ingeniería absolutamente incomprensible para mí. No sabía qué tenía que buscar ni cómo hacerlo. No sabía de qué cojones me estaba hablando aquella música del demonio. Había perdido por completo mis competencias para este lenguaje y caí en la cuenta que hacía años que no escuchaba entero un disco de metal. Me sentí absolutamente desconcertado e impotente y mi compañero de piso lo resumió muy bien: “Te has hecho mayor para esto, tío”. Y tenía razón. Estos respetables padres de familia son mentalmente más jóvenes que yo.
El metal no es un estilo de música. Es una forma de que te funcione la cabeza. Es un ejercicio intelectual sólo apto para mentes en forma. Quizá por eso había tanto tío de ciencias en estos grupos. Quizá este estilo nunca fue para mí, pero estando más tierno podía con cualquier cosa. Quizá por eso me encuentro mucho más a gusto ahora en esta piel de cordero que es meterme en un concierto indie y no desentonar.
Maldición, Nico tenía razón. Me he convertido en un popero de mierda.
29/9/09
[+/-] |
ingeniería metálica |
25/9/09
15/9/09
[+/-] |
ostras o mortadela (VIII). vacaciones de verano |
Obrero de la construcción en verano para pagarme la carrera. Músico de verbena rural (y olé). Camarero (de copas o de pinchos). Ahora que soy asustaviejas telefónico, por fin he tenido las primeras vacaciones en agosto de mi ecléctica carrera profesional, así que la Niña Fatal y yo hicimos planes de viaje para, finalmente, saltárnoslos a la torera y acabar a última hora en un destino nacional que cumplía todas nuestras expectativas (turismo gastronómico, gran capital con tiendas freak, arquitectura modenna, clima marítimo) cuyo índice de ocupación hotelera disminuye drásticamente fuera del fin de semana, así que hoteles como este en el que nos alojamos tenían ofertas especiales si reservabas estancias de tres días en adelante. Y por tan sólo diez euros más que la opción más barata de alojamiento.
Diez euros. Ese es el precio que separa una cama de 2,5m x 2,5m, aire acondicionado, mini bar refrigerado, servicio de habitaciones, baño de pizarra y decoración de diseño en una zona urbanística de postal de un catre sudoroso y un ventanuco sobre un bar de kebaps en una calle que ni Beirut en los ochenta. Esta sección del blog analiza la democratización del lujo, pero ¿Cómo es posible un caso tan flagrante de tomadura de pelo? Llegué a la conclusión de que el sector económico-poblacional que antes pagaba cantidades indecentes por alojarse en estas condiciones de semilujo es actualmente el más vapuleado por la crisis, y que el actual consumidor potencial de estos servicios es el que poco antes de la debacle económica estaba tan contento con su catre sudoroso sin llegar a pensar que su culo acabaría remojado en un jacuzzi. La parte negativa de este asunto es que uno, que estaba acostumbrado a salir de viaje en plan Kerouac, haciendo autoestop y durmiendo en cajeros, se acostumbra deprisa a las localizaciones de James Bond. La parte positiva es que estos mercaderes de la opulencia, que antes se la clavaban doblada a sus clientes, han tenido que recortar beneficios y mostrar sus verdaderas cartas para adaptarse a la dura realidad de que ahora su cliente... Soy yo.
Que se jodan. Bendita crisis.
8/9/09
[+/-] |
asuntos pendientes |
Me envía una de mis primeras ex, vía Facebook, un mensaje sobre una llamada que ha recibido del banco en el que ella tenía una cuenta de la que yo era autorizado cuando todavía estábamos juntos, hará unos seis años. Alguien que debe trabajar de lo mismo que yo cuando empecé en esto del recobro le avisa de que tiene un descubierto en cuenta y que debe hacerse cargo de él lo antes posible. Me pregunta ella que de qué cojones puede ser eso. Le digo que no se preocupe, que yo vivo cerca de nuestra antigua sucursal (ella ahora vive en otra ciudad) y que voy a solucionarlo. El caso es que hace unos meses hubiese ido con toda mi buena voluntad a informarme y a pagar religiosamente el descubierto. Sin embargo sabiendo ahora cómo se las gastan estos hijos de puta hice recopilación de datos para saber por mí mismo qué había pasado antes de que me vendiesen la moto.
La cuenta fue cancelada poco después de romper, y las dos tarjetas destruidas en la misma sucursal por un empleado. Este año mi ex cumple veintimuchos, una edad que algunos bancos establecen como edad oficial para dejar de ser joven y empezar a cobrarle comisiones. La cantidad cuadra: Le han cobrado el mantenimiento de este año de las tarjetas. La cuenta asociada sigue abierta sin nuestro permiso ni conocimiento. Me persono en la sucursal con esta información, muy buen rollo y muy tranquilo a informar de mi descubrimiento y a solicitar que se reintegre esa cantidad. Les digo que, como se da el caso de que trabajo para otra entidad, ya sé que es práctica habitual no cerrar todas cuentas cuyos titulares lo soliciten para no perjudicar las cifras de la oficina y retener (contra su voluntad) a un cliente, y que nos quiero evitar el engorro de tener que denunciarlo, ya saben. No, no, en nuestro caso nunca hacemos esas cosas, me dicen, seguro que ha sido un error, uno que dura seis años, añado, envían un fax, me hacen firmar una solicitud no fechada de deshabilitación de tarjeta y me dicen que cuando mi ex haga lo mismo en una oficina de su ciudad se le reembolsará la cantidad del descubierto.
Si vais a cerrar una cuenta en cualquier banco o caja PEDID SIEMPRE UN CERTIFICADO FECHADO Y FIRMADO POR LA SUCURSAL. Parte de los casos con los que nos encontrábamos cuando trabajaba para el banco eran de cuentas que habían quedado abiertas tras haber solicitado el titular cerrarlas, o que incluso se habían abierto sin su consentimiento explícito, amparándose en las condiciones de contratación de un producto financiero, y que al quedarse a cero empezaban a acumular saldo negativo al cargársele comisiones e intereses de esos descubiertos sin que el titular se enterase hasta que la cantidad era lo suficientemente rentable como para encargarnos su recobro. Es más, a mí un director de sucursal me ha llegado a decir por teléfono que no cerraba una cuenta a cero cuyo titular lo había solicitado porque no le salía de los cojones.
Tal cual.
5/9/09
[+/-] |
una solución a la crisis |
A menudo olvidamos que los términos que usamos diariamente tienen connotaciones de las que carecían en origen. Actualmente ‘crisis’ es sinónimo de miedo o desastre, cuando en realidad los griegos utilizaban esta palabra para referirse al ‘cambio’.
El verdadero problema para superar la actual crisis económica es que los organismos encargados de ello no conciben ese cambio necesario de estructuras ni, desde luego, se plantean la posibilidad de una renovación del pensamiento más profunda, todo lo más se esfuerzan en parchear un modelo obsoleto para ganar algo de tiempo con la esperanza de que el consumo se reactive. Resulta evidente que otra solución pasaría por un natural relevo de las élites económicas que pretende evitarse a toda costa, perpetuando así la posición de los actuales dirigentes fácticos de la oligarquía maquillada de democracia en la que vivimos.
Aún aceptando la posibilidad de un mantenimiento de la estructura económica basada en el capital, las soluciones van a pasar por un cambio de mentalidad bastante indigesto para estos oligarcas. Una opción lógica sería el reflote de las actuales fuentes de economía sumergida. Si asumimos que el consumo es el motor natural del sistema, encontramos fácilmente un mercado masivo y consolidado que sería capaz de generar una gran riqueza añadida si se regularizara. Estoy hablando del sector de ciertas drogas actualmente ilegales.
Sin entrar en consideraciones sobre sus efectos nocivos para la salud en comparación con el tabaco y el alcohol, dos de los bienes de consumo que, por otra parte, menos afectados se han visto por el descenso del poder adquisitivo de las familias incluso a pesar de los recientes gravámenes a los que se les ha sometido, pensemos por un momento en lo que supondría para la economía de un país la creación de un sector agrícola del cáñamo para consumo alimentario, los puestos de trabajo que generaría una industria de tratamiento y elaboración de productos derivados, su distribución y comercialización, por no hablar de los ingresos para el estado a través de los impuestos sobre estos productos que, seamos sinceros, llevan años comercializándose de forma masiva sin que el conjunto de la sociedad se beneficie del efecto que un intercambio económico de esta magnitud produce y creando, además, el pernicioso efecto secundario de la criminalidad derivada del narcotráfico sin supervisión sanitaria ni legal. Una situación regularizada de este mercado ya existente, bajo un estricto control público en estos dos aspectos como el que ya se aplica en otros países o, en el nuestro, a las drogas legales, supondría un paso de gigante en la asunción de nuestras verdaderas motivaciones de consumo como sociedad, pero podría poner en peligro la posición de control que ejercen actualmente sobre el mercado los intermediarios del resto de productos de consumo alimentario, que se verían incapaces de hacerse con el control de este nuevo sector, precisamente por no ser nuevo en absoluto en realidad y estar controlado desde hace tiempo por pequeños y medianos productores y distribuidores con una fuerte cohesión al margen de una legalidad que fomenta y beneficia a las grandes corporaciones alimentarias.
Claro que, para llegar a ese punto, primero habría que resolver ciertas contradicciones, como por ejemplo que a día de hoy la situación legal del cultivo de planta de cáñamo es similar a la del tabaco. Esta situación y la total imposibilidad en la práctica de una concesión para comercializar la producción local favorece que el control del mercado de tabaco este en manos de los actuales propietarios de los medios para importarlo o cultivarlo y tratarlo en el extranjero. Es decir, favorece un monopolio de la multinacional.
No nos engañemos. La negativa de los gobiernos a legalizar el consumo de los productos derivados del cáñamo no tiene motivos sanitarios o morales sino puramente políticos, aún siendo conscientes de sus beneficios económicos. Beneficios que, incluso en las actuales condiciones tan proclives (por fin) al cambio, se empeñan en negarnos como solución.