ladrones
Que no se os ocurra quejaros, malditos hijos de puta, porque
tenéis lo que os merecéis.
Este fin de semana bajé a hacer algo de vida social nocturna
al centro, aprovechando que nuestro joven protegido Ángel Stanich teloneaba al
donostiarra PLV Havoc en el Café Teatro. La Niña Fatal, con quien siempre voy en autobús
urbano puesto que las bicicletas no le han cambiado la vida como a mí, esta
vez se quedó en casa, y yo
aproveché para cabalgar mi cada vez más tuneado velocípedo a través de la noche
pucelana. Al aparcar en Fuente Dorada me dejé atado al manillar el espermatozoide de goma que
señaliza mi posición con una luz blanca, y claro, al volver varias horas
después ya no estaba allí. Recuerdo que en la tienda me advirtieron sobre esto,
pero no como una posibilidad, sino como una certeza: “Si te lo dejas puesto, te
lo quitarán. Es un hecho”. No existía la posibilidad de que no se lo llevaran,
como así fue.
Al día siguiente La Niña Fatal sí bajo al centro a tomar
algo con los amigos, y al ir al baño se dejó el bolso. Cuando media hora
después se percató, volvió a por él, pero ya no estaba. Preguntamos en la barra:
no nos han dejado nada. Llamamos a
su móvil: apagado. Estábamos en el Café España, uno de los locales con la clientela más pureta y menos necesitada
de la ciudad. Señoras con abrigos de visón, miembros del gobierno municipal...
Alguna de las muy respetables personas que habíamos visto a nuestro alrededor
en esa media hora acababa de cometer un hurto.
El tipo que te saca una navaja para quitarte la cartera, el
que te revienta el candado de la bici con una cizalla, el ladrón profesional,
será un hijoputa, pero es un
valiente. Un tipo duro. Se arriesga a mucho, con la que está cayendo. Pero el ciudadano común que tiene al
alcance de su mano algo que no es suyo
y lo coge, sin violencia, sin correr peligro, es un mediocre. Un
cualquiera. Uno de vosotros. Porque, como ya sabemos todos, en este país el que
no roba es porque no puede. Si un cliente del Café España te manga el bolso,
cualquiera de vosotros es capaz de hacerlo. Así que la próxima vez que os
caguéis en un político corrupto, en un directivo prejubilado de una caja de
ahorros o en el yerno del Rey, recordad que sólo son unos pobres mindundis que
no tienen las pelotas de liarse a tiros en una joyería. Como vosotros. Como yo.
Si os roban es porque dejais vuestras cosas abandonadas.
Qué cojones, y si cometéis hurtos es tan solo porque yo os he animado a hacerlo.
3 commentaires:
3 de marzo de 2012, 17:15
Cabrones.
4 de marzo de 2012, 4:48
Tienes más razón que un santo. Si vieras en Taiwán lo honrada que es la gente de a pie... Yo hasta me he dejado el ordenador encima del asiento de la moto toda la noche, y nada. No hay que les haga mangar, a los benditos.
23 de marzo de 2012, 11:28
Grande Álex. Y lo peor es que es verdad.
Pero para valientes, te cuento: estando el año pasado en China, me robaron la cámara de fotos (y encima me di cuenta). Y me jodió, claro, porque me quedé sin toooooodas mis fotos, pero al mismo tiempo no podía dejar de pensar: ¡ey, ladrón de cámaras, tú eres un intrépido! ¡que en ese país hay pena de muerte!
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